lunes, octubre 10

Un día de campo

Ayer, por fin, amaneció lloviendo. Me encantan los días así. Además me levanté tempranito, teniendo en cuenta la hora en que me acosté. Habíamos quedado para ir al campo a hacer una barbacoa. Sabíamos que llovía, pero como siempre, Carmen lo había solucionado todo para que nuestro día de campo fuera todo un éxito, así que, a las once en punto, puntuales como clavos, casi todos estábamos en el punto de encuentro. Tan sólo tres paraguas para muchos, así que éramos como pequeños racimitos de personas debajo de los paraguas. La mañana fresca (y húmeda) y los ánimos calentitos, dispuestos a pasar un día genial. En el coche, de camino a la casa de campo donde íbamos a estar, paró de llover. Al llegar y bajar del coche, el ambiente aún estaba húmedo y se respiraba el aroma que la lluvia había levantado de la jara, el tomillo y la menta.
Al dueño de la casa sólo le conocía de oídas y de una fugaz noche en que coincidimos en un grupo para ver una pésima película de la que olvidé el nombre, aunque recuerdo que era de Tom Cruise y de marcianos.
El hombre me llamó, para indicarme dónde estaba la llave de paso del agua. Fue un motivo que me extrañó al principio y luego descubrí el verdadero motivo de buscarme a mí para explicarme lo de la llave de paso. Juntos nos alejamos por la parcela, aunque a la vista de todos. Estuvimos hablando de muchas cosas en apenas 40 minutos y llegué a una conclusión. A veces, tenemos a nuestro alrededor a personas que realmente se preocupan por nosotros, pero nosotros, en nuestra ofuscación, no vemos más allá de nuestras narices y pensamos que estamos solos en nuestra cruzada ante la vida. Pensamos que nos han dejado solos y que después que se alejen los que aún están nuestra vida ya no tiene sentido.
Hace semanas que me preocupo mucho por alguien que atraviesa malos momentos personales. No sé cómo puedo ayudarle, aunque sé que lo necesita. Está pidiendo ayuda desde los gritos de su silencio y no quiere hablar de ello. Ayer alguien me pidió ayuda para que, juntos, pudiéramos ayudar a esta persona. La mayor complicación que se nos planteaba era cómo ayudar a alguien que no sabe lo que quiere y sólo quiere ser feliz a toda costa. Por supuesto, hablar con el hombre de la finca fue una grata sorpresa para mí y le ofrecí toda mi ayuda para tratar de ver qué podíamos hacer.

Por lo demás, el día estuvo estupendo. Dejó de llover por todo el día y el sol incluso se asomó un ratito, también a nuestros corazones. Todos teníamos ganas de divertirnos y pasarlo bien. Dimos rienda suelta a la risa y recordamos otros tiempos jugando “al pañuelo” o a “al matar”… corrimos, bailamos, saltamos, sudamos, reímos y lo pasamos de lo lindo. TODOS.

El sábado, “beish champagne” me sacó a bailar, por primera vez desde que tuviéramos aquel momento tan feo en que me enfadé con él hace un mes. Ayer, me sacó a bailar “el otro descapotado” y “beish champagne” me robó de él, ahora sí que no tengo ni idea de qué sentir o qué pensar. Me está volviendo loca otra vez, pero me encanta esta locura. Esta vez voy a intentar que duré más este momento, no quiero dar más pasos en falso.

    " Me gustas cuando callas
    porque estás como ausente,
    y me oyes desde lejos,
    y mi voz no te toca.
    Parece que los ojos
    se te hubieran volado
    y parece que un beso
    te cerrara la boca...
    "

    Pablo Neruda
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