viernes, mayo 6

Inseguridades, necedades, daños y perdones

Hay que ver lo necios que podemos llegar a ser. Pensamos que nuestro amor es el más grande del mundo, pensamos que somos los más desdichados.
Precisamente hoy he leído un artículo en una revista en la que se habla de la manipulación psicológica que podemos ejercer sobre aquéllos a los que queremos, bien para despertar su atención, bien para aprovecharnos de su buena fé. La manipulación psicológica que más se suele utilizar, incluso sin darnos cuenta es colocarnos en el papel de víctima.
Este tipo de manipulación, parece ser que se hace sin intención premeditada. Como los perros de Paulov: sabemos que tras una situación en la que somos desgraciados, las personas que más nos quieren se vuelcan con nosotros para que no nos sintamos solos y así, instintivamente, utilizamos esta forma de llamar la atención para que nos escuchen.
Otro sistema es el daño psicológico utilizando lenguaje ácido, descalificaciones hacia su persona o hacia otra persona de su entorno.
Otro tipo de manipulación son los celos. Achacamos comportamientos extraños a los celos. Cualquiera puede entender los celos como algo positivo. Al decir celos, parece que implica mucho amor: amamos tanto que necesitamos sentir el deseo de “posesión” pero en realidad es lo más negativo que existe en una persona. Los celos no son signo de amor al prójimo, sino de amor propio. El celoso sólo piensa en ser querido y no en querer, si se pusiera en el lugar del otro se daría cuenta de cuánto daño le está haciendo con su actitud. Los celos destruyen más que el desamor. Destruye la relación, destruye la base sobre la que se forjó ese “amor”, destruye a la víctima y sobre todo destruye al instigador, relegándole a los más bajos instintos, desconfianzas, sospechas, odio, rencor, insultos, descalificaciones, inseguridades. Le convierte en una sombra de persona que no merece realmente todo lo que tiene, porque “todo” le parece poco y siempre quiere más, a costa de lo que sea.

Yo lo he hecho.
He sido la insegura, necia, que ha hecho daño y que pide (humildemente) perdón.

    " Me gustas cuando callas
    porque estás como ausente,
    y me oyes desde lejos,
    y mi voz no te toca.
    Parece que los ojos
    se te hubieran volado
    y parece que un beso
    te cerrara la boca...
    "

    Pablo Neruda
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